SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

 

 

Relación de empresarios y obreros con sus respectivos partidos políticos.-

 

Si, como hemos hecho anteriormente en este estudio, volvemos a comparar la relación de los empresarios con su partido y de los obreros con el suyo, enseguida observaremos las diferencias.

En los dos congresos celebrados  por el PSOE en el año 1.979, en los que se planteó el problema del marxismo en el partido, lo que se estaba ventilando, en realidad, era la intervención de los obreros en la ordenación y dirección de la producción.

Decir que el PSOE era un partido marxista era, como poco, decir que los obreros tenían su papel en esa ordenación y dirección  de la producción.

Ese papel podía ser parecido al que se suponía que tenían los obreros rusos, aunque, en vez de llevarlo a cabo ellos, lo hacía en su nombre el partido comunista. Y no se trataba de un papel cualquiera, sino el de protagonista. El partido ordenaba y dirigía la producción, pero en nombre de los obreros.

Si esto era lo que significaba decir que el PSOE era marxista, a Felipe González se le debían poner los pelos de punta, solo de pensarlo. Sin embargo, parecería lo más lógico. El único partido marxista, al menos el primero, que había conseguido gobernar, había actuado así. No sería tan raro, que otros partidos marxistas también lo hicieran. Polacos, Checos, Húngaros, etc., así lo habían hecho.

Por ello, González llegó a dimitir, a no seguir.
Los oponentes a González en el Congreso de 1.979, no acabaron de concretar el papel que ellos otorgaban a los obreros en la ordenación y dirección de la producción. Vista la postura del dimitido secretario general, no debieron querer correr el riesgo de entorpecer una victoria electoral que se veía como posible.

Se perdió así la oportunidad de conocer qué papel daban ellos a los obreros en la producción. Y no se trataba de militantes de base, eran la mayoría de los dirigentes.

La cuestión se zanjó, como sabemos, otorgando a los obreros, en la ordenación y dirección de la producción el papel de... obreros.

Íbamos a comparar las relaciones de los obreros y empresarios, con sus partidos respectivos. 

Y acabamos de ver, cómo, el partido de los obreros discute y decide, el papel a desempeñar por los obreros, en su trabajo, en la producción.

¿Es concebible pensar en un Congreso del partido conservador, en el que se discuta y decida el papel de los empresarios en la producción?

Es tal la subordinación del partido conservador a los empresarios, que se hace impensable que tal cosa se pueda plantear en un congreso, por extraordinario que éste sea.

Los empresarios ordenan, y dirigen el trabajo de los obreros que trabajan para ellos. Es esto lo que hace que sean empresarios; es eso lo que define su papel en la producción. Los partidos conservadores, no pueden hacer otra cosa, que ofrecer sus servicios para facilitarles el desempeño de ese papel. Lo que no se pueden  permitir es una discusión sobre el propio papel, la función misma, de los empresarios; como no sea para afirmarlos, fundamentarlos, ensalzarlos, defenderlos.

Teniendo a la vista una producción firmemente apoyada en estos principios de organización, los partidos de los empresarios, tienen sus objetivos y tareas, previamente, antes de empezar a funcionar, perfectamente delimitados. Si quieren ser partidos conservadores (llámese Unión de Centro Democrático, Alianza Popular, Partido Popular, Partido Nacionalista Vasco, Convergencia y Unión), han de moverse en esos límites estrictos.

Los partidos de los obreros, si bien se mira, lo tienen igual de claro. La función, el papel, de los obreros en la producción, está tan definida como la de los empresarios, mejor dicho, está definida por la de los empresarios. Si el papel de los empresarios se concreta en la organización y dirección de la producción, es decir, del trabajo de los obreros; el papel de los obreros, no puede ser otro que el de ejecución de las labores organizadas y dirigidas por los empresarios.

Felipe González, con esta aplastante realidad ante la vista, debía decirse: ¿hacia dónde deben estar mirando estos muchachos? Porque yo, fijándome en lo que tengo delante, lo que no se me ocurre, es preguntarme quién organiza y dirige esta producción; ¡Quién carajo la va a dirigir! (Se dice que Felipe González coloquialmente habla así). Y si esto ha de funcionar así, y ésta es mi manera de verlo, ¿a qué viene decir ahora que somos un partido marxista? ¿Para que se asusten los empresarios? ¿Para que se desorienten los obreros?

 

Ya hemos visto que, la apariencia de que el partido de los empresarios tiene con éstos la misma relación que el partido de los obreros con estos últimos, es eso, una apariencia. Si escarbamos, la realidad es bien distinta.

La apariencia, la primera impresión, lo que se ve a primera vista en la superficie, sería como sigue.

En el Parlamento se sientan los elegidos por los votantes.

En el Parlamento es donde se forman las mayorías para formar el Gobierno.

En el Parlamento es donde se elaboran y aprueban las leyes que regulan las relaciones entre los ciudadanos; también, por lo tanto, las referidas a la propiedad y al trabajo.

En el Parlamento habría dos bandos. Los partidos que defienden los intereses de los empresarios, y los que defienden los de los obreros.

Según esta manera de verlo, los de los empresarios  serían los de derechas y los de los obreros, de izquierdas.

Llenar al Parlamento con partidos de izquierda, sería el objetivo del votante de los obreros, y el de los empresarios sería llenarlo de parlamentarios derechistas.

Con trazos muy gruesos, de brocha gorda, así se les presenta a la mayoría de los obreros europeos su participación en las elecciones parlamentarias (centrales o autonómicas o regionales), y locales (Ayuntamientos). Porque ésta es también, con trazos muy gruesos, la presentación de su oferta electoral, de su proyecto, por parte de los partidos de los obreros españoles, fundamentalmente PSOE e Izquierda Unida (socialistas y comunistas).

Todas estas apariencias, todas estas formas de presentarse los partidos de los obreros, acaban creando una situación de simetría, una ilusión de que el partido que dirija las instituciones, sea de los empresarios o de los obreros, podrá realizar, llevar a término con la misma facilidad, sus proyectos.

De manera que, a través de victorias electorales sucesivas, los partidos obreros socialistas, por ejemplo, o comunistas, podrían llevar a la construcción del socialismo o del comunismo. Mientras que, de la misma manera, victorias sucesivas de los partidos de los empresarios, encajarían a la producción, y a la sociedad, en los moldes del capitalismo.

Esta simetría, esta igualdad exacta entre las dos partes que ventilan sus intereses en el Parlamento y en el Gobierno, está en la base de la creencia de que el socialismo puede llegar a alcanzarse a través de la victoria en las elecciones de los partidos obreros.

Esta apariencia de simetría, diría más o menos así: quien se haga con el aparato del Estado, dará la forma, dirigirá la producción y la sociedad en general. En el capitalismo lo han logrado los empresarios. Los obreros lo lograrán y podrán construir el socialismo, una vez dominen, manejen el aparato del Estado; cosa que pueden lograr a través de la revolución (violenta), o de las vías democráticas, por medio de las victorias electorales de sus partidos.

Este esquema estaba presente en los planteamientos de Lenin, de Stalin, de Marx, de Castro. Nos referimos, claro está, a la vía violenta revolucionaria.

Y este mismo esquema estaba en la base de lo que se llamó el eurocomunismo. Se trataba de lograr en Europa, en la Europa “libre”, la construcción del comunismo, sin recurrir a la violencia, a través de la conquista pacífica y democrática de todos los resortes del aparato del Estado.

La simetría, la igualdad de oportunidades consistiría en un torneo, una carrera, en la que los partidos de los empresarios y de los obreros, en una sana competición disputarían el control del Parlamento, Gobierno, y demás instituciones, y desde ellas podrán ir haciendo realidad sus respectivos proyectos.

Esta visión, esta manera de ver la “competición” entre las organizaciones obreras y las de los empresarios, presente en las organizaciones obreras españolas también, tiene, sin embargo, unas características singulares.

El esquema de este reparto de papeles entre los partidos que representan los intereses distintos de empresarios y obreros, está generalmente presente en la mente del votante obrero. Y esta es la primera característica. La segunda es que, no obstante lo anterior, con bastante frecuencia, se encarga la defensa de los propios intereses al equipo contrario, por creer, naturalmente, que los defenderá mejor que el partido propio.

Esta práctica, absolutamente generalizada en todos los países capitalistas de democracia parlamentaria, nos alerta primero, y nos confirma, después, sobre el hecho de que estos esquemas, esta visión, esta presentación que se nos hace, que se hace a los obreros, del juego parlamentario, es solo un juego de apariencias; de manera que en él, no se muestra el fondo de los problemas, sino la superficie, las apariencias.

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